Por Ladislao Mello – Socio fundador de la ACCP
Un contrasentido lacerante: El Paraguay puede alimentar a 60 millones de personas en el mundo pero en su territorio se contabiliza unas 700 mil personas que sufren hambre. Es el contraste entre la macro y la microeconomía. Y esto de pasar hambre no es exageración ni literatura, es una realidad que duele y humilla. Las víctimas principales son las comunidades indígenas y campesinas que son cada vez más acechadas y desplazadas por la producción agrícola empresarial. La pequeña agricultura, la que está llamada a proveer a la población de los productos alimenticios carece de apoyo técnico y crediticio.
Lo poco que produce tiende a pudrirse por falta de camino y por falta de mercado. El contrabando de los productos de Brasil y de Argentina resulta incontrolable. En estos días en uno de los municipios del Departamento de Concepción más de mil personas tomaron la municipalidad para reclamar alimentos. Los datos que reflejan la situación del país son elocuentes. Según la encuesta de hogar de la Secretaría Técnica de Planificación del año 2015, los Departamentos con mayor índice de pobreza son Caazapá con 47.89 % de pobreza total, San Pedro 44, 89 %, Caaguazú 40,07 %, Concepción 37,62 %. Estos porcentajes son muy elevados con relación al promedio de pobreza total del país que es del 22.24 % que tuvo una leve reducción entre 2014 y 2015 del 0.33 %. Pero en lo que respecta a la pobreza extrema, que aumentó durante el presente gobierno, la situación se vuelve dramática. Es el porcentaje de la población que padece hambre y desnutrición, de gente que no puede cubrir una canasta básica cotizada en 503.115 (Quinientos tres mil ciento quince guaraníes mensuales) per cápita. La mayor cantidad de pobres extremos, o indigentes, está localizada en los Departamentos de Caazapá con 33,54 % lo que significa que de cada 10 personas más de tres sufren hambre, en San Pedro 25,17 %, Caaguazú 21,11 %, Canindeyu 20,75 % y Concepción 17,96 % El promedio país de pobreza extrema es del 9,97 % que en población significa aproximadamente 700.000 personas. Pero la precarización del país también está traducida en el deficiente servicio a la salud. En los puestos de salud del interior no hay médicos ni medicamentos. Muchos compatriotas que necesitan de atención médica de urgencia no consiguen llegar a los Centros Hospitalarios de la capital del país. En lo que respecta a la educación, a pesar de los recursos previstos en el Fondo Nacional de Desarrollo, de 7000 escuelas existentes en el país, 5000 necesitan reparaciones urgentes. La precarización también se traduce en la falta de agua potable y en las malas condiciones de los caminos vecinales. No hay recursos suficientes, los presupuestos anuales son deficitarios y la corrupción sigue carcomiendo al país. Sin embargo esta dura realidad parece no preocupar mucho a la clase política imperante, que en víspera de las próximas elecciones nacionales sigue en la discusión de temas baladíes omitiendo el debate sobre las reales necesidades de la gente y del país.